Las Navidades sin papá...
Era un día tan
hermoso, el sol brillaba más de lo habitual, su resplandor era impresionante,
su luz trasmitía mucha dicha y felicidad. Cada mañana Gina se levantaba
temprano para preparar el desayuno a sus pequeños hijos. Aquella mañana en la
cual el sol se encontraba tan resplandeciente, Gina tuvo la idea de decorar la
casa con sus pequeños para las fiestas navideñas, como solía hacerlo cada año
acompañada de los villancicos que alegraban su hogar; al contarles la gran idea
a sus hijos, ellos saltaron de emoción. Gina solía guardar las manualidades que
hacían sus niños en la escuela para Navidad y decoraba la casa todos los años
con ellas; le traía buenos recuerdos.
Aquel día… de
aquel año, a pesar de haber sido un lindo día, era a su vez, un año totalmente
diferente y al mismo tiempo, una Navidad diferente, su esposo se encontraba
fuera del país y por cuestiones económicas se vio obligado a dejar su hogar.
Los días pasaron
y el tan ansiado día llegó, ya todo estaba listo, el delicioso pavo que se come
para estas fiestas en su país, acompañado del exquisito garbanzo que Gina
prepara cada año con tanto amor para sus hijos. Gina y sus pequeños ya sentados en la mesa esperaban ansiosos para darse el
abrazo, y juntos gritar: ¡FELIZ NAVIDAD…! Pero algo estaba ocurriendo en aquel
instante, alguien hacía falta; fue así como la ausencia del padre se empezó a
sentir en la mesa. Hubo un silencio profundo que nadie sabía si llorar o gritar
de emoción; sin embargo, con los ojos llorosos se abrazaron, y Gina solo atinó
a decir: “Todo estará bien, papá volverá pronto”.
Desde aquel
entonces, las Navidades que llegaron ya no fueron las mismas, los pequeños se
la pasaban en la calle jugando para olvidar que les hacía falta su papá, y su
mamá sola en la mesa, lloraba cada vez que podía, la soledad empezaba a
embargarla.
El esposo de Gina
volvió, aproximadamente dos años después, pero… ya no era el mismo de antes, la
sonrisa pícara que tenía en su rostro ha desaparecido, ahora es más gruñón que
antes y parece no estar contento de ver a sus hijos, solo atina a dar órdenes o
enojarse por algo que no esté bien ordenado. Esa Navidad también fue triste al igual que las otras; el
padre estaba ahí, pero ojalá no hubiese estado, era otra persona, y el sueño de
volver a pasar Navidades como las de antes se vio estropeado. Con el retorno
del padre las Navidades eran cada vez menos emocionantes, se sentía un vacío,
y su regresó lo cambió todo en esa casa,
las Navidades terminaban en peleas o llantos, los pequeños ya no podían ni
salir a jugar. Y así fue como llegó la decisión final que terminó por
destruirlo todo, el divorcio. Los primeros años fue duro para todos, la Navidad
se volvió un día más, la emoción se había perdido totalmente, aunque aquellos
niños querían hacer de cuenta que nada malo estaba ocurriendo y lo disfrutaban
como podían.
Tiempo después de
aquella decisión, los dos primeros hijos de Gina, ya todos unos jóvenes,
empezaron a tomar sus propias decisiones, Claudia, la mayor está por ingresar a
la universidad, Luis, el segundo, ya está por terminar el colegio, y la menor,
Dulce, aún sigue yendo a la escuela primaria, apenas tiene 7 años.
La hija mayor aún
se pregunta, ¿cómo puede cambiar la vida de una familia de una Navidad para
otra?, ¿cómo pueden los problemas ser
más fuerte que una relación que llevó tiempo en construirse? Que a pesar de las adversidades y los
inconvenientes era una familia llena de amor. En ese momento ella no podía
entenderlo, pero estaba convencida de que algún día llegaría a comprenderlo.
Aunque le tomó mucho tiempo poder ordenar sus ideas, finalmente pudo comprender
por qué cambio su padre; el estar lejos de su hogar, el sentirte solo y el mantener
esa fortaleza cuando no tienes cerca a tu familia para que pueda apoyarte, es
bastante duro; pudo entenderlo cuando le tocó a ella irse lejos de su familia
para empezar la universidad.
Soy Claudia, la hija mayor, la que ahora con
lágrimas en los ojos está escribiendo estas líneas, recordando cada villancico
de mamá cuando decoraba la casa, la que llora por no aprovechar cada Navidad
con mamá y papá. Soy yo la que ahora se encuentra lejos de la familia, soy la
que pasa cada Navidad llorando en silencio, extrañando cada rincón de casa, y soy
la que cierra los ojos e imagina que la Navidad volverá hacer como cuando tenía
apenas 5 años, soy la que sueña con que llegue fin de año y alguien le
diga: “¡Ya es Diciembreeee!, es hora de
volver a casa a pasar Navidad con tu familia”, aunque sepa que mi familia es
solo mi madre, mis hermanos y mis abuelas, pero lo anhelo igual; ya que mi
madre ha hecho todo lo posible por hacer cada Navidad inolvidable para mí y mis
hermanos. Y no se preocupen no odio a mi padre, lo amo aún más, en sus mejores
y peores momentos, con sus virtudes y defectos, con sus aciertos y errores, lo
amo como tal, porque me dio las mejores Navidades de mi infancia, y porque
aprendí que lo importante en cada Navidad era perdonar y vivir en armonía, y
cada Navidad que paso sin él yo lo perdono.
Yo, Claudia, la
hermana mayor de tres hermanos, quiero decirles que: “Aprovechen cada Navidad
como si no hubiese otra más porque cada Navidad es diferente, todos los años
algo cambia o alguien falta. Este año puedes estar con tus padres, el año que
viene no sabes si seguirán juntos, no sabes si te la pasarás llorando echando
de menos a alguien que ya no está en tu mesa, y que esté o no vivo, el simple
hecho de estar ausente hace que tu Navidad cambie para siempre”.
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